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La gilipollez de los dialectos tribales

Las lenguas tribales
Foto: Lenguas tribales -

Españoles sin libertad

Arturo Pérez-Reverte - No somos más gilipollas porque no podemos. Sin duda. La prueba es que en cuanto se presenta una ocasión, y podemos, somos más gilipollas todavía. Ustedes, yo. Todos nosotros.

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10/8/2014 - Leyendo el artículo del maestro Arturo Pérez-Reverte, "El cáncer de la gilipollez", me corroboró que el cáncer de España es sin duda la gilipollez colectiva. Esa que nos hace tomar, o cuanto menos apoyar, decisiones en contra del interés general y en beneficio de unas minorías. Minorías imbéciles, por supuesto. Es lo que muchas veces he descrito como la dictadura de las minorías



Obsérvese, por ejemplo, el tema de los dialectos tribales, lo que muchos llaman lenguas de España, que por mucho que lo repitan esas mayorías bien adoctrinadas no dejan de ser dialectos para mantener entretenidos a los borregos en sus cuadras. Y hasta Mozos de Cuadras tiene alguna autonomía para vigilar que el ganado estudie, hable y piense distinto al resto de España.

Pero seamos sinceros, esas lenguas sólo sirven para tres cosas: para ir a por pan, para separarnos en rediles y la más importante, para legitimar y mantener a las reinonas folclóricas en sus tronos.

Aunque estoy seguro de que Arturo Pérez-Reverte no escribió este párrafo pensando en la gilipollez lingüística de los españoles, o quizá sí, bien se puede aplicar en este tema como a multitud de imbecilidades más. No obstante, aunque todo el párrafo me parece genial quiero resaltar su última frase: la rebeldía es el único refugio digno de la inteligencia frente a la imbecilidad. Quizá es la frase más bonita de todas las que he leído de este maestro, o quizá es porque empatizo totalmente con ella.

Arturo Pérez-Reverte - No somos más gilipollas porque no podemos. Sin duda. La prueba es que en cuanto se presenta una ocasión, y podemos, somos más gilipollas todavía. Ustedes, yo. Todos nosotros. Unos por activa y otros por pasiva. Unos por ejercer de gilipollas compactos y rotundos en todo nuestro esplendor, y otros por quedarnos callados para evitar problemas, consentir con mueca sumisa y tragar como borregos -cómplices necesarios- con cuanta gilipollez nos endiñan, con o sin vaselina. Capaces, incluso, de adoptar la cosa como propia a fin de mimetizarnos con el paisaje y sobrevivir, o esperar lograrlo. Olvidando -quienes lo hayan sabido alguna vez- aquello que dijo Sócrates, o Séneca, o uno de ésos que salían en las películas de romanos con túnica y sandalias: que la rebeldía es el único refugio digno de la inteligencia frente a la imbecilidad. Arturo Pérez-Reverte - 24/9/2012-

Hubo un tiempo que en España imperaban los intereses decididos por las mayorías, teníamos la misma Sanidad en todo el país, Educación, Justicia, ¡¡coño!! Hasta con la misma lengua podíamos trabajar en toda España. ¿Alguien sabe o se plantea en qué ha quedado la movilidad laboral en España?

Sólo se puede entender que un país esté gobernado por las minorías cuando las mayorías están inmersas en la gilipollez colectiva.

Si fuéramos libres para poder decidir, seguramente la mayoría elegiría lo contrario de lo que nos imponen los políticos.

Así lo pienso y así lo digo. Puedes dejarme un comentario en ► Blog de Santacreu



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♦ Unos datos interesantes ►

Los dialectos locales, aunque pueden tener valor cultural o histórico, resultan inútiles cuando se anteponen a la lengua nacional en contextos de comunicación, educación o cohesión social. La lengua común —en el caso de España, el español— permite que millones de personas, procedentes de regiones distintas, puedan entenderse, compartir ideas, comerciar, educarse y sentirse parte de un proyecto colectivo. Los dialectos, al limitarse geográficamente y carecer en muchos casos de una normativa estable, generan fragmentación y dificultan la integración, especialmente en sociedades modernas y móviles.





Si se imponen sobre la lengua nacional, acaban actuando como muros que dividen en lugar de puentes que unen. Además, en un mundo globalizado, tener una lengua compartida es una herramienta de progreso y de apertura, mientras que encerrarse en variedades locales, muchas veces forzadas desde instancias políticas, favorece el aislamiento. La lengua nacional no borra identidades; al contrario, las suma, y permite que todas convivan bajo un marco común que da sentido de pertenencia.



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